La mayoría de la gente no necesita ayuda para elaborar su duelo. El problema viene cuando alguien no resuelve adecuadamente alguna de estas tareas y siente que no consigue seguir con su vida sin que la pérdida interfiera en ésta de manera significativa. Al principio del proceso de duelo es normal que ocurra esto, pero mantenido en el tiempo puede desembocar en un duelo patológico, complicado o no resuelto, que podría definirse como “la intensificación del duelo al nivel en que la persona está desbordada, recurre a conductas desadaptativas, o permanece inacabablemente en este estado sin avanzar en el proceso del duelo hacia su resolución”.
¿Cuántas personas hay por el mundo viviendo un duelo como parte de su vida? Parece que se quedan atrapadas en la tristeza y el dolor por la pérdida de un ser querido. En vez de continuar con su vida y avanzar, se quedan en el funeral, en la pérdida y en el sufrimiento.
Gran parte del problema de tantas personas frente a la muerte es la cultura que tenemos con respecto a ella. El problema del dolor lo adornamos con ceremonias, tradiciones, velas, lutos, rezos, tristezas, etc. y finalmente es como un soporte social para el dolido. Esto momentáneamente ayuda a sobrellevar el dolor. En nuestra cultura, el luto se lleva de una forma muy individual. Cada persona decide (inconscientemente) cuanto tiempo guardará luto. Y este luto tiene que ver con su capacidad de asimilación del hecho que un ser querido se ha ido para siempre.
Cuando la etapa de duelo se extiende demasiado (un año o más), empieza el riesgo de vivir una pena patológica que provoca un desorden en las emociones y por lo tanto un cambio muy marcado en la personalidad.