¿Por qué tienen miedo los niños?
Temer a los extraños, a separarse de sus padres, a la oscuridad, al colegio… son miedos evolutivos. Son temores comunes a casi todos los niños, la mayoría pasajeros, de poca intensidad y propios de una etapa evolutiva concreta. Están asociados a las distintas fases del desarrollo y van variando a medida que evolucionan las características cognitivas, sociales o emocionales de los niños.
Ahora bien, cada uno, en función de sus características personales y de sus experiencias, vivenciará dichos miedos de forma diferente o en distintos momentos que otros, o incluso no experimentará nunca un temor determinado. No reaccionará de la misma manera un niño que ha sido agredido por un perro que otro cuyas experiencias con animales han sido positivas.
Frecuentemente, los padres recurren al miedo para proteger a sus hijos de situaciones peligrosas (enchufes, animales, tráfico), pero también, les meten el miedo en el cuerpo innecesariamente para controlar su conducta. Es una práctica educativa que, aunque consiga que el niño obedezca en ese momento, puede originar a la larga problemas más serios.
La reacción del niño ante el miedo
Cuando son bebés pueden reaccionar con sobresalto o llanto; más tarde, además de llorar, intentan evitar a toda costa la fuente que les causa el temor, buscan la compañía de un adulto que los proteja.
A veces, simplemente, experimentan algún cambio en su conducta habitual, por ejemplo, pueden manifestar alguna regresión en sus hábitos, volviéndose a hacer pis en la cama o a chuparse el dedo cuando ya habían dejado de hacerlo.
Los miedos no son motivo de grandes preocupaciones, pero si son tan intensos y persistentes que repercuten negativamente en el desarrollo del niño, en su vida cotidiana o en sus estudios, y la familia, a pesar de sus esfuerzos, no sabe cómo manejar la situación, sería conveniente visitar a un profesional.
En SN Psicología estudiamos su caso e identificamos la causa que produce ese miedo en el niño/a. Hablamos de las cosas que les causan miedo, escuchando lo que nos explica con un talante comprensivo, que se sienta escuchado en todo momento y transmitiéndole la seguridad para que esté cómodo y deje fluir todos sus sentimientos.