La emoción, en su definición más general, es un intenso estado mental que surge en el sistema nervioso de manera espontánea, y provoca una respuesta psicológica positiva o negativa. Es un impulso involuntario, originado como respuesta a los estímulos del ambiente, que induce sentimientos tanto al ser humano como en animales, y que desencadena conductas de reacción automática.
Esta sería le definición teórica de la emoción que nos muestra el diccionario. Ahora bien, ¿quién de vosotros no experimenta a diario emociones que enseguida quiere tirar a la basura? ¿Quién realmente es capaz de afrontar todas las emociones que experimenta? O, por el contrario, ¿quien las evita? Son preguntas que podemos responder fácilmente si de verdad somos conscientes de nuestras sensaciones corporales. Aquí está el primer obstáculo. Cuándo sentimos opresión en el pecho, o dolor de estómago, o dolor de cabeza… ¿realmente hacemos unas cuantas respiraciones y somos conscientes de lo que nos está pasando? ¿O evitamos este malestar con la medicación que tenemos en el armario por si acaso? Es muy difícil pararnos a sentir lo que estamos sintiendo, a pesar de la redundancia. A lo largo del día, todo el mundo pasa por alguna de las emociones básicas por excelencia, que todos, en todas las culturas y en todas las edades las sentimos:
la alegría, la tristeza, la rabia, el miedo
Nadie se escapa de estas 4 joyas y también es cierto, que nadie puede estancarse en ninguna de estas emociones para siempre, porque en algún momento del día, transita por alguna de ellas. Las emociones son estados, y los estados van y vienen, no se estancan. Si creemos que estamos en el pozo de la tristeza, es porque realmente no somos conscientes que hay instantes en que sonreímos, instantes en que el corazón nos puede ir más rápido por el miedo, o instantes en que sentimos la furia interna de la rabia. Hay que parar y escuchar lo que nuestro cuerpo grita. Porque, aunque no lo sintamos, el cuerpo grita y mucho si no le hacemos caso… como aquel niño pequeño que llora y chilla porque tiene hambre. Una vez cubiertas sus necesidades, una vez escuchadas sus demandas, el niño vuelve al estado de equilibrio como si nada hubiera pasado.
Existe el llamado VACÍO FÉRTIL. Este vacío es lo que nos salva diariamente de nuestros estados más negativos. Es aquel punto donde sentimos nuestra vida, es aquel instante en el aquí y en el ahora en que no existe nada más que nosotros. Es aquel vacío que nos reconforta y nos da alas para seguir, como si fuera un respiro de paz, que nos carga para la próxima batalla.
Vale la pena escucharnos a cada instante, porque cada uno de nosotros somos lo más importante dentro de nuestra vida, cada uno de nosotros es nuestro propio motor, cada uno de nuestros cuerpos, con sus órganos, sus tejidos… nos conforman y nos hacen únicos, y por eso vale la pena prestarnos nuestro tiempo, en el esquí y en el ahora, que es en el único momento en el que realmente podemos vivir.