Psicología Tarragona

La vuelta a la rutina

Psicologia-Tarragona-vuelta-a-la-rutina

Y así, de repente, llega Septiembre, y con él, la vuelta a la rutina. Las oficinas empiezan a llenarse, los colegios empiezan a movilizarse con el nuevo curso escolar. Los padres organizan de nuevo el funcionamiento del hogar (horarios de los niños, extraescolares, a quién dejar al cargo de los niños cuando ellos estén trabajando, ir a comprar libros…). Los abuelos de repente vuelven a tener un horario estipulado, que no tenían en vacaciones, y así, un sinfín de cosas que llegan con el mes de Septiembre (o quizás un poquito antes). 

Las vacaciones, en general, son para quitar horarios fijados. Las vacaciones (a veces también estresantes para algunos), sirven para relajarse, para dejar de ser tan estrictos con nosotros y con los demás. Las vacaciones sirven para permitirse caprichos que no se permiten en otros momentos, para tratar de respirar más profundamente y encontrar más nuestro lado zen. Las vacaciones sirven para dorarnos bajo el sol, mojarnos horas y horas en el mar o en las piscinas. Las vacaciones sirven para dejar de gritar un poquito, para exigirnos menos, para comer más a nuestras anchas (como si el resto del año tuviera que ser diferente), y así, suma y sigue. 

Los niños están más dispersos, más juguetones, de mejor humor (en el mejor de los casos) porque tienen a sus padres cerca y eso les motiva y les ayuda a sentirse más importantes. Los padres parecen ser más tolerantes en todo. Como si de golpe, el temperamento y carácter adulto dejaran de ser los de siempre, para tornarse más comprensivos y dejar jugar más a la consola de lo habitual, o dejar que las 12 de la noche sea una hora normal para acostar a los niños. 

¿Qué pasa cuando, como ya dije al principio, de repente llega de nuevo Septiembre y la rutina vuelve a acechar nuestras vidas? Que lo que parecía un 

estado zen se vuelve un estado de estrés. El carácter se vuelve más irascible y más quisquilloso. Los horarios vuelven a ser estrictos, y a veces es ¡porque yo lo digo! Ya no respiramos tan profundamente. La respiración está más entrecortada, los relojes tienen las pilas nuevas y cargadas, y el despertador resuena todas las mañanas, como un martillo repicando en nuestras cabezas. Todo lo que habíamos logrado y conseguido en las vacaciones, de golpe se olvida, como si no hubieran existido jamás. 

Nos pasamos el año esperando las ansiadas vacaciones, y cuando están a su fin, nos pasamos los días que quedan lamentándonos de que ya se terminan. Y eso hace que nunca acabemos de disfrutar del todo lo que vivimos, aquí y ahora. 

¿Cómo superar la vuelta a la rutina? 

Imagina una gran montaña. Si te fijas sólo en la cima, seguro que no la subes. Entran en juego un montón de excusas y pensamientos boicoteantes, que hacen que te quedes solo mirando e imaginando lo bonita que debe ser la vista desde tan alto. Imaginas lo que podrías ver, imaginas la sensación de cansancio tan agradable que seguro has de sentir una vez arriba… pero te quedas abajo, por la pereza, por imaginar que todo lo negativo supera lo positivo. Seguro que si pudiéramos hacer un chasquido con los dedos y subir de repente, todos (o casi todos) diríamos ¡ si quiero subir! 

Como en la vida real los milagros (al menos el de transportarnos físicamente a otro lugar en cuestión de segundos) no existen, debemos parar, tomar aire y en esa inhalación, coger toda la fuerza de voluntad posible. ¿Te imaginas que en el transcurso del camino encuentras rincones preciosos? ¿Te imaginas que descubres en ti nuevas sensaciones desconocidas? ¿Te imaginas que encuentras un lago con agua fresca, justo en el momento donde la sed está presente? ¿Y qué pasa si en ese transcurso decides no ir a la cima, porque con lo experimentado (al menos por hoy) tienes suficiente? 

Sin ser tan idílico (quizás), lo mismo pasa con la vuelta a la rutina. Nos ponemos un montón de exigencias, de horarios, de límites, de quehaceres… que a priori, nos sirven para organizarnos. ¡Pero eso sería imaginar la cima! Ve marcando unas pautas mínimas, en el día a día (está claro que las mismas pautas todos los días son rutina, pero esa que nos ayuda a seguir en funcionamiento sin tirarnos de los pelos). Se llama rutina porque es siempre lo mismo, pero no porque tenga que ser aburrido o estresante. Subir la montaña, en principio, es imaginar que habrá árboles, insectos, quizás humedad, en algún punto, y que el camino va a ser siempre el mismo. Pero, quizás si te adentras, y dejas de imaginar lo que a ti te parece, te sorprendas por todos 

los rincones que tiene el bosque. Entonces, la rutina siempre es la misma, pero ¿y si de vez en cuando tratamos de romperla? ¿De permitirnos y permitir a los otros experimentar cosas distintas? Al final, ¡el aburrimiento de lo mismo lo creamos nosotros! Podemos ir a la oficina perfumados y con ánimo de ver qué me deparará el día de hoy y abrirnos a aprender cosas nuevas, o, puedo ir con la cara mustia y sin alegría, imaginando que será todo igual que ayer. 

Todo está en ti. Depende de ti crear tu día a día. Ponerte metas y objetivos a corto plazo para ir alcanzándolos, e ir jugando y coqueteando un poquito con la rutina, puede serte de gran ayuda. En vez de ser una enemiga, muchas veces monótona, puede convertirse en nuestra compañera de vida, porque, a veces, sin ella, nos volveríamos loc@s. 

El ser humano está hecho para la organización, para tener unas pautas, para tener un orden. Las vacaciones, son burbujas en el tiempo, que nos permiten recargarnos, encontrarnos, conocer y explorar otros rincones, tanto físicos como emocionales. Si durante un tiempo podemos dejar de ser tan exigentes y tan obsesivos, a veces con las cosas que suceden a nuestro alrededor, seguro que podemos permitírnoslo mucho más a menudo. Esto solo depende de cada uno, depende de ti. 

Recuerda que a veces la cima no es el objetivo, sino lo que se vive hasta llegar a ella. 

¡Feliz vuelta a la rutina! 

 

Psicóloga Sanitaria y Terapeuta Gestalt en SN Psicologia