Muchas personas entendemos, a groso modo, que la anorexia es la pérdida importante de peso. Observamos a mujeres muy delgadas (digo mujeres porque hay muchas más mujeres que hombres que padecen anorexia) y pensamos ‘’qué delgada, seguro que tiene anorexia’’. La delgadez es el signo más evidente y observable de que puede haber un trastorno alimentario pero también es cierto, que hay ciertas constituciones muy delgadas que no padecen ningún tipo de enfermedad. Así que aquí hay la primera evidencia de que delgadez no es igual a trastorno.
¿Qué hay detrás de esa delgadez patológica?
Siempre se habla de que es la sociedad y la moda la que nos meten en un sinfín de prototipos, de inputs de que si no estás delgada no vales, si no estás delgada no eres guapa, sino estas delgada nadie te va a querer. Todo esto puede hacerse realidad si tú no tienes autoestima, si tú no tienes seguridad en ti. ¿Realmente te mides por tu cuerpo? ¿Qué te impulsa a adelgazar? Estar delgada está muy bien si a ti te gusta y tener unos kilos de más está muy bien si a ti también te gusta. La cuestión está en que tú puedas escoger por ti, puedas decidir cómo te sientes mejor contigo misma. Puedes decidir perder unos Kg para sentirte mejor y también puedes decidir ganar unos Kg porque no te sientes a gusto con tu cuerpo cuando te miras en el espejo. No desde una obsesión, sino desde una elección. Todo esto tiene sentido si se escoge, si no se hace porque está impuesto, porque es lo que se lleva. Pero más allá de la sociedad, hay factores más profundos, en los trastornos alimentarios, que tienen que ver con la madre.
Muchas veces la anorexia aparece como un juego, una manera de probar que yo puedo controlar lo que como, yo puedo tener fuerza de voluntad para no comer tanto. Lo que aparece como un juego, puede volverse obsesivo. Si no adelgazo me entra ansiedad y con la ansiedad empiezo a ser más infeliz. Siento que nadie me comprende, trato de esconder lo que ya sé, quiero adelgazar y me aterroriza ganar peso. Mi madre
siempre está ahí, tratando de darme comida, tratando de que engorde, ¿por qué quiere eso? Yo tengo que estar por encima y voy a ganarle la batalla, no voy a permitir que ella se salga con la suya, yo controlo. Lo que antes comía sin más, sin plantearme las calorías que iban a entrar en mi cuerpo, ahora me parece que voy a reventar, no puedo más, y sigue insistiendo, en el fondo de mi siento que tengo un problema, soy infeliz, me siento triste, tengo mucha ansiedad y solo pienso en quemar todo lo que he comido. La hora de la comida se convierte en un infierno, lloro, no quiero más, por favor, ¡no me obligues a comer más! Lo único que quiero es quemar todo lo que he comido, me encierro en la habitación. Nadie se dará cuenta me digo…
Todo empieza, aparentemente como algo inocente, lo que no sé, es que quiero ganar la batalla y la gano. Mi madre me absorbe, mi madre quiere controlar lo que hago, mi madre está muy encima, yo no me doy cuenta de forma consciente pero mi inconsciente y mi cuerpo me lo gritan. ¡Quiero ser libre! La única manera que puedo controlarla a ella es con la comida, si no como, no engullo lo que ella me da, ya tengo suficiente, no quiero más de esto, y así día tras día, hasta que mi cuerpo está tan débil que aunque no quiera, aunque me resista a ello, necesito ayuda. Necesito que alguien me saque de la muerte para ir otra a vez a la vida, aunque yo sienta lo contrario.
El poder hablar de qué me pasa, el poder tratar sobre el control, sobre la necesidad de poder decidir por mí, poder decidir sobre qué quiero y de qué manera lo quiero en mi vida, hacen que coja las riendas. El darme cuenta de que si no como, me perjudico, a mí la primera, puedo morir, puedo perder mi vida por intentar ganar una batalla que aunque absurda, yo la vivo intensamente y a veces se va la vida en ello.