Os preguntaréis, ¿y cómo se hace? Pues tan fácil y tan difícil como suena.
Cuando somos pequeños somos seres vulnerables que requerimos de los cuidados de los adultos para vivir, nutrirnos, vestirnos, etc. Lo fácil es el hacer, porque el hacer se puede ‘’hacer’’ de forma automática, sin emoción,solo desde lo corporal, sin nada más. Si a este hacer le añadimos el amor, la ternura, la complicidad, las ganas, el entusiasmo, etc. lo que era un hacer automático se convierte en un hacer placentero, y esto, es un ‘’mejor hacer’’.
Los padres dan lo que saben, lo que pueden, lo que tienen, ni más ni menos.Si hemos estado colmados de amor, de ternura, de miradas y de atención de una forma sana, desde un contactar con la necesidad del niño, y desde una retirada desde esa misma necesidad, si hemos estado vistos más allá de los que creían correcto nuestros padres, y sólo atendiendo a lo que de niños pedíamos (y no hablo de pedir cosas materiales), hemos aprendido a ser queridos de forma sana, no obsesiva, sin pedir nada a cambio. Si mi primera experiencia de ser querido por mis padres es sana, yo aprendo a quererme deforma sana. Yo me quiero porque he estado llenado de tantas cosas, que no necesito más que mi propio amor para seguir viviendo en plenitud de adulto.Cuando crecemos, no esperamos que nadie nos colme de amor para sentirnos queridos, porque yo ya me quiero, y si el otro me quiere, mejor, habrá más amor, y seguiré creciendo y aprendiendo, seguiré nutriéndome y podré querer al otro tal y como me quiero yo, de forma sana, saludable, sin presión y sin dudas.
Muchas veces exigimos que nos quieran como nosotros queremos, sin tener en cuenta lo que el otro puede darnos. Pedimos, y solo estamos pendientes de lo que el otro me da, de cómo el otro me habla, de cómo el otro me mira, de cómo el otro me cuida… ¿Te has preguntado alguna vez qué te das a ti mismo?¿Cómo te hablas a ti mismo? ¿Cómo te miras y te cuidas a ti mismo? Si no sabes responder, ¿qué tal si empiezas a fijarte? ¿Cómo exijo al otro que me cuide si yo no lo hago? ¿Cómo exijo al otro que me hable con respeto si yo no me respeto? Tal vez si empiezas a fijarte un poquito en ti, te des cuenta de muchas cosas que pasabas por alto, y a partir de aquí, empieces a ver, dar,hablar y cuidar también al otro. Muchas veces pedimos y muchas veces exigimos, pero no nos damos cuenta de nuestra parte. ¿Qué doy yo? ¿Qué hago yo? Nos instauramos en la queja, pero no damos pasos para salir de ahí, es más fácil culpar al otro de mi infelicidad, de que no me quiere, de que me trata mal. Y nos cuesta observarnos, prestarnos atención. Ahí es donde empieza el camino hacia el aprender a quererse a uno mismo, porque si yo no me quiero, ¿cómo puedo exigir que el otro lo haga?